Por Alejandra Zambrano Flores
Hace un tiempo asistí a un congreso de jóvenes en el que presentaron milONGa y me interesó mucho pues estaba estudiando trabajo social, y me pareció que podía realizar esta experiencia aportando además algo de lo que sabía. Tardé mucho en poner manos a la obra por mi inclinación a la procrastinación, pero a un cierto punto entendí que tenía dos opciones: hacer este viaje como excusa para evadir mi realidad o hacerlo por razones correctas como la de ayudar a los demás. Esto me dio mucha paz para empezar a hacer mi parte. En muchas ocasiones sentí que no podría hacerlo, pero las cosas se fueron dando, tuve que hacer pequeños sacrificios como dejar de comprar algunas cosas para ahorrar, pero nunca me faltó nada porque por diversos medios me llegaba todo tipo de ayudas.
Para mí este viaje significaba muchas cosas como creer más en mí, trabajar por una meta, ser más independiente, confiar en mis capacidades, ponerme a disposición de los demás, abrirme a otras personas, etc.
Antes de irme algunos amigos cercanos la comunidad con la que comparto los mismos intereses y estilo de vida, organizó una despedida sorpresa para mí y para otra amiga que iba a Suiza a hacer también una experiencia de donación. Fue un momento muy lindo porque nos sentimos acompañadas y además recibimos muchos consejos de personas que habían hecho experiencias similares o que habían vivido en Bolivia. De mi familia y amigos también recibí muchas muestras de afecto, lo que me ayudó mucho en los días previos a viajar a Bolivia.
Cuando llegué me sentía mucho menos nerviosa de lo que había estado días antes, empezaba por fin lo que tanto había deseado hacer. Una voluntaria súper amable nos acogió a mí y a Elena en su casa. Elena es una chica italiana que también a través de milONGa iba a hacer un voluntariado pero en la Casa de los Niños, y aunque ella iba sólo por un mes y medio y trabajábamos en lugares diferentes, pudimos compartir mucho.
Bolivia me resultó muy acogedor. Cochabamba es una ciudad muy bella. Yo recorría la ciudad de norte a sur para ir a mi trabajo, así que pude admirarla mucho, además que los bolivianos en general son muy cálidos. Algo que me llamo la atención es la presencia de la cultura quechua en la ciudad (en otras ciudades son más numerosas otras etnias como la aimara). En Cochabamba puedes encontrar a muchas “cholitas”, mujeres indígenas que usan sus vestidos tradicionales, me parece que esto visibiliza su presencia en todos los espacios y es muy valioso, da una sensación de que las personas indígenas no están aisladas y no son invisibles, sino que están presentes siendo parte de la ciudad, pero conservando su identidad, aunque no hay que dejar de lado que existen condiciones de marginalidad.
Me gustó mucho trabajar para UNISOL. Cuando llegué las actividades se estaban organizando, Abel (otro voluntario) había llegado en junio y en el Centro Rincón de Luz muchas actividades se habían detenido a causa de la pandemia, por lo que había que echarlas a andar. Mis compañeros fueron unos caballeros conmigo. Siempre me sentí respetada, libre, valorada y sostenida pues todos en la organización estaban dispuestos a hacer su parte.
Bolivia me permitió vivir un proceso de crecimiento que no fue fácil porque hubo varias situaciones personales que ocurrieron mientras estaba allí, lo cual me produjo mucha tristeza; sin embargo, pienso que si hubieran ocurrido mientras estaba en mi casa habrían sido más difíciles de afrontar, sin un espacio en el que pudiera salir de mí misma.
Aprendí mucho. Al final de la experiencia Abel me compartió que de todos los viajes que ha hecho siempre ha notado que le han ayudado a crecer, que confiara que esta experiencia me iba ayudar a crecer; y es verdad. Aprendí a ser más independiente, a tomar decisiones y en algunos momentos a tomar la iniciativa, lo cual me hizo darme cuenta de que soy capaz de hacer más, de dar más y de aportar más en favor de los demás.
Al despedirme recibí muchas muestras de cariño. Por un parte quería regresar para estar con mi familia, pero también tenía conciencia de que al regresar iba extrañar Bolivia y a todas las personas que conocí. Estaba satisfecha, pues intenté hacer bien hasta el final las tareas que se me habían encomendado y estaba muy contenta de haber tenido esta oportunidad.
Agradezco a todas las personas que trabajan en UNISOL y les deseo lo mejor en esta tarea de aportar un granito de arena al bien de la sociedad.
Me llevo el crecimiento del que me habló Abel, los amigos, las experiencias, la tarea de vivir hacia afuera, los aprendizajes, los momentos compartidos y tanto amor recibido. Esta experiencia me ayudó a mejorar algunas cosas de mi persona y a iniciar otros procesos, dando pasos en dirección a ser más madura, segura y generosa. Además de que me quedé encantada de Bolivia y puedo recomendar a cualquiera visitarlo pues es un país muy bello con gente súper amable que vale la pena conocer. Estoy sumamente agradecida con la gente que me acogió y que me permitió compartir un poco de mi vida.
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