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Donarse voluntariamente, una elección de sigo renovando



¡Hola a todos y todas! Me llamo Giacomo, tengo 23 años y soy italiano.

En este mismo periodo, hace exactamente un año, estaba terminando mi experiencia de voluntariado con el proyecto milONGa.


De enero a junio del 2019, tuve la oportunidad de vivir y trabajar en Kenya, haciendo un servicio en tres realidades muy diferentes entre ellas: la Fazenda de la Esperanza St John Baptist (una comunidad de recuperación que ayuda sobretodo apersonas con problemas de alcoholismo y tóxicodependencia), la familia Ya Ufariji (una casa para niños de la calle que se encuentra ubicada en la periferia norte de Nairobi) y finalemte el Proyecto Magnificat, un proyecto nacido en los barrios miseria di Mathare (Nairobi) el cual involucra a algunas familias del sector.


Aunque la experiencia ya terminó, todavía la siento muy presente en mi cotidianidad. La revivo constantemente, especialmente en este momento de pandemia en el cual todo nos parece más lejano y difícil de alcanzar. Estando en contacto con muchas personas conocidas en Kenya, estoy al tanto de los sufrimientos que tristemente están viviendo allí por la falta de trabajo o la escasez de servicios higiénicos y sociales.


Muchas veces la distancia me hace sentir impotente. Sin embargo, pienso que nos ha sido dada una posibilidad: el mundo entero – tal vez por primera vez en su historia- está unido de frente a un obstáculo común. Y, por tanto, ¿cuál podría ser nuestra contribución?


No obstante las varias limitaciones impuestas por la cuarentena, he visto nacer en mi entorno varias ocasiones para entrar en el juego e ir al encuentro del prójimo. Pienso en las actividades promovidas por el colectivo “Ciancio Alle Bande” –Hablando en serio-, un grupo de jóvenes con el deseo de compartir experiencias de fraternidad, datos culturales y sostener proyectos en favor de quienes sufren: en estos meses, por ejemplo, organizaron una venta de camisetas cuya recaudación será destinada al proyecto “Emergencia Siria” de la Asociación Mundo Unido. Pienso también en el tiempo de pascua en el cual traté de estar cerca a mis amigos de Kenya a través de pequeños vídeos en los cuales les deseaba paz y esperanza.


Este último tiempo, con algunos amigos estoy tratando de dar una mano a “Sentinelle dei rifiuti” – Los centinelas de la basura-, una asociación de Turín (ciudad en la que vivo y estudio) que se ocupa de recuperar los alimentos que se quedan en los mercados de la ciudad para después distribuirlos a los más necesitados: un acción concreta y gratuita que contrarresta el problema del desperdicio alimentario.

Todos estos son gestos pequeños pero renuevan mi elección de donarme voluntariamente al prójimo, esa misma elección que hace un año me impulsó a “bailar” con milONGa.

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