Desde hace una semana estoy enfrente del computador intentado escribir este texto; sin duda, empezar es siempre lo más difícil, en un texto como en la vida misma.
Para que lo sepan, me llamo Matteo, soy un joven italiano y les contaré sobre una de las experiencias más increíbles de mi vida. El 15 de agosto de este año, partí, un mes después de haber terminado la secundaria, a hacer una experiencia de voluntariado en Uruguay.
En realidad, ya desde hace unos años soñaba con poder hacer algo así y justo las vacaciones antes de iniciar la universidad fueron el momento perfecto para hacerlo realidad. Lamentablemente, esta es la única cosa que me da un poco de pena, porque justamente debido a los exámenes, no pude dedicarle mucho tiempo a prepararme, más allá de las formaciones online provistas por el programa.
Así es que agradezco infinitamente a los romanos que hicieron que el italiano y el español fueran tan parecidos, y a los uruguayos que con tanta paciencia nunca hicieron que me pesara el tema del idioma, es más, me hacía cumplidos sobre la forma como “hablaba”.
La primera semana, el aterrador inicio del que les hablaba anteriormente, fue quizás la más difícil. Todavía no entendía bien cómo podía ser útil aun teniendo varias tareas ya definidas. De hecho, sentía que lo que estaba haciendo no era suficiente, pero al mismo tiempo no estaba completamente consciente de esto.
Por eso, cuando mi “papá uruguayo” me dijo que ya había pasado una semana y que era el momento de proponer alguna actividad, que no me quedara pasivamente haciendo solo aquello que los otros educadores me pedían. Tengo que decir que al principio me sentí un poco mal, pero después caí en cuenta que yo mismo ya estaba sintiendo esta necesidad y que tenía que actuar.
Esto y la formación que hicimos a la mitad de mi experiencia con otros voluntarios milONGa, fueron fundamentales para sacudirme de mi estado de semi-ocio y hacerme replantear lo que es el rol de un voluntario. Fue así que me puse de acuerdo con los profesores para realizar una primera actividad y el hecho de desarrollarla y ver a los niños contentos, me llenó de mucha felicidad.
Pero se preguntarán qué era concretamente lo que hacía yo en el Centro. Pues bien, en la mañana trabajaba con los chicos más grandes de la secundaria, que tenían más o menos 17 años, y en la tarde con los niños de primaria, entre los 6 y 12 años.
En la mañana ayudaba en taller (laboratorio) de estudio, ocupándome principalmente de los chicos que necesitaban ayuda para realizar las tareas escolares de matemática y física, aunque también tuve que ayudar a una chica que estaba estudiando la “Divina comedia” y que me pidió que le leyera algunos versos en italiano (tarea que en realidad, después de un mes de hablar solo español, es más difícil de lo que parece) o que se hiciera un debate sobre la Primera Guerra Mundial en el cual yo era la voz europea, que, en este caso, descubrí que es muy diferente de la uruguaya.
En la tarde, en los días en los cuales los niños no estaban ocupados con otras actividades, proponía algunos experimentos alternativos, tratando de conectarlos con algún argumento científico. Por ejemplo, construimos un disco de Newton parecido a un trompo, para ver la composición de la luz blanc.
Sin embargo, pienso, que lo mejor de todo fueron las personas que encontré allí.
No hubiese sido una experiencia tan positiva si no me hubiera sentido bien acogido. Fue increíble ver la disponibilidad de todos los profesores y trabajadores o de los voluntarios del centro, así como la relación que se creó con el grupo de jóvenes de la comunidad local, uno de los cuales. por ejemplo, se quedó conmigo el primer día (aún si estaba muy cansado; después me confesó que esperaba que yo me durmiera, cosa que no sucedió) para hacerme compañía ya que mi familia tenía un compromiso, o la calidez de los adultos, quienes me acompañaron más de una vez a visitar varios lugares de Uruguay y no sólo.
Lo que seguramente sí puedo decir es que siento que de esta experiencia recibí mucho. Había partido con la idea de “dar” y de “donarme” completamente y sinceramente no esperaba que aquel que recibiría más sería yo.
Ahora, después de la experiencia, me doy cuenta que mi pensamiento inicial era muy presuntuoso y que en realidad tengo mucho que aprender de la generosidad, bondad, altruismo de las personas que conocí.
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