Mi nombre es Milagros, les cuento que desde Octubre a Diciembre de 2018, tuve la gran oportunidad de vivir una experiencia que nunca olvidaré, en México, gracias a Milonga Project. Los dos meses que estuve en la Mariapolis el Diamante y en ese pequeño pueblo de Puebla, México, fueron fantásticos, me llenaron de luz, alegría, amistades y sobre todo aprendizajes.
Si me pongo a pensar, desde qué momento empecé a soñar con este viaje, la verdad creo que la respuesta no la sé. Siempre soñé con poder ayudar a otros en otras partes del mundo y tal vez eso fue lo que me llevó a pensar en hacerlo posible.
Un día, lo decidí, tenía que irme a algún lugar del mundo a vivir esta experiencia, a realizar este servicio, poner en práctica todo lo que había aprendido durante mi vida y ponerlo al servicio de los demás. Y así apareció México como destino posible y llamativo por su cultura, historia, lugares, su gente, sus paisajes y sus problemáticas. Fue así que el proyecto Milonga empezó a ser aquel que iba a permitirme volver ese sueño realidad.
Cuando decidí hacer este viaje, tenía un miedo increíble. Había viajado antes, había hecho voluntariados ya, pero siempre desde mi familia scout. Pensar en hacer un voluntariado que no fuera con ellos me aterraba, porque era algo totalmente desconocido.
Un día antes, de llegar a la Mariapolis El Diamante, tuve la bendición y la oportunidad, de visitar un lugar mágico, un lugar que siempre soñé conocer, un lugar que significaba mucho para mí y mi familia, la Basílica de Guadalupe. Ofrecí todo a la Virgen de Guadalupe y a Dios, y pedí con todo mi corazón que me acompañaran en esta nueva experiencia y aventura que empezaría a vivir.
Emprendí mi viaje hacia Puebla, hacia Acatzingo, mi hogar por unos pocos meses, lleno de magia y encanto. Cuando llegué, mis miedos e incertidumbre me invadían, pero las personas que me recibieron, entre ellos, Lisa mi compañera, mi amiga para siempre, fueron tan amables, me llevaron a nuestro departamento; era tan lindo, tan cómodo, tan limpio que inmediatamente me sentí en casa.
Al otro día comencé el voluntariado en el Colegio Santa María, sitio en el que trabajaría y pondría todo mi esfuerzo y saberes en práctica.
Cuando llegué, quiero resaltar que me impresioné, esperaba un colegio un tanto más vulnerable, pero era un edificio grande y precioso, lleno de flores, espacios verdes, cursos, alumnos y profesores. Admito que me pregunte, ¿y acá en que puedo ayudar?
El Colegio Santa María, es un lugar muy especial, conjuga niños, maestros y profesores de distintas clases sociales, unos con más y otros con menos necesidades materiales, unos con más y otros con menos necesidades emocionales. Cada día que pasaba me fui dando cuenta de que sí había necesidades, y que sí podría ayudar.
Empecé como maestra auxiliar en el preescolar; no les voy a mentir, fue todo un desafío, fue una tarea difícil. Pero me encantó, los niños fueron tan especiales, porque me demostraron su amor constantemente, ellos siempre estaban para sacarme una sonrisa. Realmente me sentía útil.
Parte de mi trabajo como voluntaria, fue también, poner mi profesión, el Trabajo social, al servicio del colegio. Trabajé durante el tiempo que estuve, haciendo entrevistas y visitas en los barrios, junto a profesionales maravillosas y comprometidas, que estaban encargadas del programa de padrinos a distancia.
Una de las cosas que más disfruté, es que, junto con otra chica que también vivía en la Mariapolis, pudimos dar una charla sobre los “derechos de los niños”, a padres y madres. Esta fue una gran experiencia ya que aunque éramos de distintos países, ver cómo la gente te agradecía por la ayuda, fue muy gratificante.
En el tiempo que estuve trabajando y haciendo visitas en los barrios, observé que la situación de Actipan y de Acatzingo de Hidalgo, se ha visto afectada por situaciones sociales de gran complejidad, como el narcotráfico, la prostitución, secuestros, muertes constantes y gran pobreza.
En estos pueblos los niños, viven y crecen rodeados de una gran desigualdad, de muertes constantes, de maltrato y machismo, y estas son situaciones que no podemos permitir como sociedad. Tendríamos que ser miles de personas trabajando para que esto no siga ocurriendo.
Esta experiencia realmente me llenó, de gracia, de alegría, de satisfacción y de amor. La verdad que hoy que escribo esto, soy consciente que Dios tenía preparado esto para mí, a pesar de las dificultades y de la distancia con mi gente, fui muy feliz en ese viaje, hoy soy otra persona y me siento mejor. Volver a mi país, fue muy difícil, sobre todo por las personas que había conocido y que llevaré siempre en mi corazón, y porque creo que podría haber hecho mucho más.
Estoy sumamente agradecida por la oportunidad que me dio Milonga Project y espero poder continuar trabajando para lograr cosas mejores y poder ayudar a que el futuro de esas personas este repleto de oportunidades de mejorar y salir adelante.
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